Por Martín Sangiacomo, asesor y analista Web 3. Parte del equipo de Mushroom Protocol.
En octubre de 2021, Mark Zuckerberg tomó la decisión de cambiar el nombre de Facebook a Meta, dando impulso a una tendencia que ya se gestaba meses antes. Aunque se atribuye a Zuckerberg la popularización del término “metaverso”, la realidad es que este concepto había ganado terreno en el mundo Web3 desde principios de 2021.
Proyectos como Decentraland y The Sandbox (metaversos descentralizados basados en blockchain) ya comercializaban con éxito tierras virtuales por sumas significativas. Por esto, Zuckerberg se sumó a una tendencia que ya estaba en marcha, elevando la notoriedad del término fuera del ámbito blockchain. Luego, el éxito o fracaso de la incursión de Meta en este ámbito es materia de discusión aparte.
De todas maneras, la confusión se apoderó de muchos al asociar el metaverso únicamente con Meta y el mundo virtual de Zuckerberg, generando opiniones desfavorables. Esta percepción errónea condujo a afirmaciones infundadas, como la creencia de que el metaverso había sido una moda pasajera que ya había llegado a su fin en 2023.
Metaversos: un nuevo paradigma de internet
Pero nada mas alejado de la realidad, el metaverso, o mejor dicho los metaversos serán el nuevo paradigma de internet, la Web 3, la internet del valor y la propiedad digital. Esto en un entorno mucho mas inmersivo e interactivo de lo que estamos acostumbrados, ya sea en realidad aumentada, realidad virtual o mixta u otras modalidades.
La evolución de la web nos llevó de la conectividad global (Web 1) a la interacción social (Web 2). Ahora, avanzamos hacia la Web 3, donde emerge el metaverso, una experiencia inmersiva que conecta personas, lugares y objetos. Aquí, no solo colaboramos, aprendemos o jugamos, sino que también poseemos y comerciamos objetos digitales de igual manera que los tangibles, una economía real, y con algunas ventajas extra incluso.
En los metaversos descentralizados, la propiedad digital adquiere un valor intrínseco. Aunque no se presenta como un requisito absoluto, se revela como el siguiente paso evolutivo. Imaginemos la estratégica inversión de miles de dólares en tierras virtuales con el fin de desarrollar experiencias, monetizarlas o impulsar una marca personal dentro de un metaverso.
La disyuntiva entre optar por un metaverso descentralizado, respaldado por la tecnología blockchain y decisiones tomadas por una amplia comunidad, o uno centralizado, donde unas pocas voces dictan las reglas, plantea un desafío crucial.
Desde mi perspectiva personal, la elección recae en favor de los metaversos descentralizados, donde la seguridad y la previsibilidad se convierten en pilares esenciales para realizar inversiones significativas. La transparencia en las reglas, la necesidad de consenso para modificarlas y la participación masiva en las decisiones proporcionan un entorno más fiable y resistente a cambios arbitrarios, aspectos fundamentales al considerar inversiones de magnitud.
Entonces, ¿por qué los metaversos no han experimentado aún la masificación que muchos anticipan? Este fenómeno puede atribuirse a una combinación de dos factores clave. En primer lugar, la falta de comprensión generalizada sobre los beneficios y el potencial futuro de la propiedad digital impide una adopción más rápida.
Además, la infraestructura necesaria para crear revolucionarios entornos inmersivos y experiencias innovadoras de realidad virtual o mixta en tiempo real (y conectadas globalmente) aún se encuentra en proceso de desarrollo, en el mejor de los casos.
A pesar de estos desafíos, proyectos prometedores han surgido con transacciones millonarias por tierras virtuales, indicando un interés creciente. La evolución tecnológica y una mayor conciencia de sus beneficios eventualmente allanarán el camino hacia una sociedad masivamente inmersa en los metaversos, de manera similar a la masificación de las redes sociales en los albores del siglo XXI.